Qué significa la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos para China, por Deng Yuwen

La recién publicada Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. se puede resumir en dos palabras respecto a la estrategia de Washington hacia China: excluir a China. Pero excluir a China no es lo mismo que ser anti-China. “Anti-China” es ideológico; la actual administración estadounidense no prioriza alianzas basadas en valores ni busca lanzar revoluciones de colores ni derrocar gobiernos. “Excluir a China”, en cambio, se basa en el interés propio de EE. UU. y busca reducir y expulsar la influencia global de China.

El informe de estrategia se esperaba inicialmente para agosto o septiembre, pero se retrasó hasta diciembre, supuestamente porque el secretario del Tesoro, Scott Bessent, intentó suavizar su lenguaje hacia China para facilitar las negociaciones comerciales. Esto llevó a muchos a esperar un documento menos confrontativo. Esto resultó ser erróneo. El informe evita la retórica incendiaria, pero su tono general refleja el consenso de línea dura dentro de la comunidad estratégica estadounidense.

… describe —casi con la claridad de un libro de texto— el núcleo de la estrategia de Estados Unidos hacia China durante la próxima década: no competencia, sino exclusión…

Limitar estructuralmente la presencia de China

En los últimos años, Washington ha utilizado términos ambiguos como “competencia”, “reducción de riesgos” y “gestión de riesgos”, intentando equilibrar la rivalidad y una cooperación limitada. La nueva estrategia abandona la ambigüedad. Por primera vez, describe, casi con la claridad de un libro de texto, el núcleo de la estrategia estadounidense hacia China para la próxima década: no competencia, sino exclusión; no gestión de riesgos, sino reconfigurar el orden global para restaurar el dominio estadounidense y limitar estructuralmente la presencia de China. La referencia al “corolario de Trump a la Doctrina Monroe” ilustra este cambio.

Al comienzo del primer mandato de Trump, su interés en el Canal de Panamá , Groenlandia e incluso Canadá llevó a algunos a creer que podría revivir la clásica Doctrina Monroe, centrada exclusivamente en el hemisferio occidental. Pero el “corolario Trump de la Doctrina Monroe” en este informe no es un repliegue. Rechaza a Estados Unidos como policía global y exige un mayor reparto de responsabilidades entre los aliados, pero su esencia no es la retirada, sino el redespliegue hacia regiones y sectores clave para confrontar a China de forma más directa.

El hemisferio occidental es una prioridad

En una sola frase, esta doctrina significa: asegurar la retaguardia, avanzar el frente y excluir a China de todas partes. La retaguardia se refiere al hemisferio occidental —la patria estratégica de Estados Unidos— donde no se debe permitir que China se arraigue. El frente se refiere al Indopacífico y a sectores económicos y tecnológicos cruciales, con la primera cadena de islas como punto focal. Washington pretende tanto involucrar a China en una competencia de amplio espectro —especialmente económica— como excluir, frenar y reducir la presencia de China en estos dominios estratégicos.

Estados Unidos reconoce la creciente presencia de China en las cadenas de suministro de América Latina, el Caribe e incluso América del Norte, considerándola una “amenaza estructural”.

La característica más llamativa del informe es que eleva la “reducción de la influencia de China en el hemisferio occidental” a una prioridad de seguridad nacional, aunque no se menciona a China. Históricamente, Washington asumía que el hemisferio era naturalmente su esfera de influencia y no consideraba a China un competidor regional. Esa suposición ahora se descarta.

Estados Unidos reconoce la creciente presencia de China en las cadenas de suministro de América Latina, el Caribe e incluso Norteamérica, considerándola una “amenaza estructural”. Washington prepara una reducción sistemática de la presencia china en los sectores portuario, de telecomunicaciones, energético, minero, de infraestructura e influencia política.

A diferencia de la contención simétrica de la era de la Guerra Fría, el enfoque estadounidense hacia China es una estrategia unidireccional de borrado geoeconómico: sacar a China de regiones que Washington cree que nunca le pertenecieron y restaurar lo que considera estabilidad hemisférica.

…la primera cadena de islas debe permanecer abierta e intacta; China no debe abrirse paso a través de ella; Taiwán debe permanecer aislado geopolíticamente; y Estados Unidos fortalecerá la seguridad de Taiwán por medios políticos y militares.

Negando la agresión en la primera cadena de islas

En el Indopacífico, el informe es aún más claro y confrontativo. Recalca la primera cadena de islas como fundamento de la supremacía estadounidense en Asia y exige un marco de disuasión que incorpore explícitamente a Taiwán. Esto va más allá de “mantener el statu quo”. Es un diseño arquitectónico: la primera cadena de islas debe permanecer abierta e intacta; China no debe penetrar; Taiwán debe permanecer geopolíticamente aislado; y Estados Unidos fortalecerá la seguridad de Taiwán mediante medidas políticas y militares. El Mar de China Meridional debe permanecer abierto a las operaciones navales estadounidenses para garantizar una intervención rápida.

El informe menciona a Taiwán ocho veces, más que cualquier estrategia anterior. Afirma que Estados Unidos desplegará fuerzas capaces de prevenir agresiones en cualquier punto de la primera cadena de islas y de impedir cualquier intento de apoderarse de Taiwán o de alterar el equilibrio regional. Esto indica, si no declara explícitamente, que Estados Unidos intervendría militarmente si China usara la fuerza.

Igualmente notable es lo que omite el informe. Desde que el Departamento de Estado eliminó la frase «Estados Unidos no apoya la independencia de Taiwán», esta ha desaparecido de todo el lenguaje oficial. Si bien el informe afirma oponerse a cambios unilaterales del statu quo por ambas partes, Washington considera mayoritariamente a Pekín —y no a Taipéi— como el que desafía el statu quo. Por lo tanto, impedir que China cambie el statu quo se considera ahora un objetivo estratégico. La claridad de este cambio se acerca al lenguaje de un tratado, incluso sin garantías formales.

En conjunto, la nueva estrategia marca otro cambio fundamental en la política estadounidense hacia China. Documentos estratégicos anteriores evitaban el uso explícito de un “bloqueo geoestratégico” para evitar una intención excesivamente confrontativa. Esta vez, Washington lo expresa claramente. La razón es simple: los estrategas estadounidenses creen que el poder de China se acerca al umbral de un “casi par”. Si Estados Unidos no erige una nueva barrera geopolítica en la próxima década, podría ser demasiado tarde para limitar la expansión regional de China. De este modo, la primera cadena de islas deja de ser una descripción geográfica para convertirse en un muro estratégico, con Taiwán como pilar central.

Eje central: economía y tecnología 

Sin embargo, a pesar de la intensificación de la planificación militar, el eje central de la estrategia estadounidense es económico y tecnológico. El informe dedica un amplio espacio a los semiconductores, la inteligencia artificial, la computación avanzada, los algoritmos, los minerales estratégicos y la seguridad de la cadena de suministro, presentando el progreso de China como un desafío decisivo al poder nacional estadounidense. Washington busca no solo mantener su liderazgo, sino también impedir que China alcance la autonomía tecnológica. 

Los controles de exportación, la evaluación de inversiones, la reestructuración de la cadena de suministro, la coordinación de alianzas, la gobernanza de datos y los estándares tecnológicos forman ahora un régimen global integrado diseñado para mantener a China fuera de los ecosistemas tecnológicos críticos y, en algunos casos, de los mercados nacionales clave.

Estados Unidos ha optado por la exclusión estructural; China responderá con contramedidas estructurales.

En efecto, Estados Unidos está intentando construir un régimen global de exclusión económica y tecnológica dirigido contra China.

China responderá

Pekín no aceptará esto pasivamente. Cuanto más clara sea la postura de Washington, más rápida y decisiva será la respuesta de China. Esta estrategia obliga a Pekín a reevaluar el cronograma de la rivalidad entre Estados Unidos y China y a acelerar los esfuerzos en la localización de la cadena de suministro, la autonomía tecnológica, la cooperación diplomática y la preparación militar.

Pekín alguna vez esperó mantener una estructura flexible de “competencia-cooperación”; este documento indica que ese espacio ya no existe. Estados Unidos ha optado por la exclusión estructural; China responderá con contramedidas estructurales. Una vez que ambas partes entran en modo de aceleración, la confrontación se convierte en un resultado estructural que se refuerza a sí mismo.

Ninguno de los tres actores está dispuesto —o es capaz— a frenar. Esto aumenta la probabilidad de conflicto en el estrecho de Taiwán.

El informe también transformará la psicología política de Taiwán. Al integrar a Taiwán en la primera arquitectura de defensa de la cadena de islas y elevar su valor estratégico, Washington envía una señal contundente que podría interpretarse como un mayor compromiso. El discurso político de Taiwán ya refleja este cambio. Esta percepción es peligrosa. Podría alentar a Taiwán a actuar con mayor audacia en la diplomacia, las narrativas de identidad y la política de seguridad, justo cuando la tolerancia de China disminuye.

Surge una nueva dinámica de riesgo: cuanto más Washington enfatice la importancia de Taiwán, más asertiva podría volverse esta última, menos tolerará China tales movimientos y menos dispuesto estará Estados Unidos a mostrar debilidad. Ninguno de los tres actores está dispuesto —o es capaz— a frenar. Esto aumenta la probabilidad de conflicto en el estrecho de Taiwán.

Reestructurando el orden mundial

Desde una perspectiva global, la nueva estrategia no es un documento defensivo, sino un plan para reconfigurar el orden mundial. Busca reconstruir las bases institucionales y geopolíticas de la continua primacía estadounidense. Describe un mundo de dos niveles: una esfera interna de EE. UU. y sus aliados, que comparten un ecosistema tecnológico y económico común, y una esfera externa de China y países no aliados, con acceso restringido; un sistema interno de elaboración de normas liderado por EE. UU., y un grupo externo de competidores —sobre todo China— excluidos de tecnologías clave y recursos estratégicos; una arquitectura de seguridad interna considerada legítima, y ​​una potencia externa en ascenso, de nuevo principalmente China, que debe ser limitada. Como se mencionó anteriormente, Washington está intentando, en la práctica, construir un “orden global que excluya a China”.

Algunos podrían cuestionar si la administración Trump podría implementar plenamente tal visión. Ese no es el tema central. Esta estrategia refleja un consenso bipartidista y una dirección estructural a largo plazo. Una vez que dicho marco se consolide, las relaciones entre Estados Unidos y China perderán flexibilidad, y el estrecho de Taiwán se convertirá en el punto de conflicto más probable. Este informe no marca el fin de una era, sino el comienzo de una nueva: una era de rivalidad estructural donde incluso una pequeña retirada de cualquiera de las partes podría interpretarse como una derrota estratégica.

Ése es el verdadero significado de este informe y el mayor riesgo para el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China y del Estrecho de Taiwán

(Fuente: thinkchina.sg)


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