El Plan Quinquenal ha sido durante mucho tiempo un rasgo distintivo de la economía china. Mientras Pekín se prepara para revelar su decimoquinta versión —su hoja de ruta más reciente para el desarrollo económico e industrial, de 2026 a 2030—, el mundo observa atentamente. Y con razón: los primeros indicios indican que el nuevo plan rompe con una estrategia de décadas y encamina a la segunda economía más grande del mundo hacia una nueva dirección.
A finales de octubre, los dirigentes chinos publicaron el marcopara su próximo Plan Quinquenal, que se aprobará formalmente en marzo de 2026 durante la Asamblea Popular Nacional. Leer el documento es una tarea ardua incluso para hablantes nativos de chino: sus 16.000 palabras, distribuidas en 15 capítulos y 61 secciones, abordan temas que abarcan desde la innovación tecnológica y la política exterior hasta el bienestar social.
Los observadores internacionales podrían cuestionar la utilidad de un plan detallado diseñado para guiar a un país tan grande como China durante un período de hasta cinco años. Pero el Plan Quinquenal es mucho más que un simple trámite burocrático. Desde la fundación de la República Popular en 1949, estos planes han servido como base de las políticas nacionales, delineando cómo los líderes pretenden dirigir la economía y proyectar el poder de China a nivel mundial.
El nuevo plan marca la consolidación final del cambio de China hacia la tecnología como motor del crecimiento económico. Además, sus temas centrales representan una clara ruptura con todos los planes emitidos desde la era de la “Reforma y Apertura” bajo el gobierno de Deng Xiaoping, que comenzó en 1978. Desde Deng hasta el presidente Xi Jinping, los Planes Quinquenales han priorizado el crecimiento económico nominal. Ya no. En el próximo plan, la seguridad económica se sitúa junto con la generación de prosperidad como una prioridad equivalente.
Pekín lleva mucho tiempo preocupado por la dependencia de China de proveedores extranjeros de tecnologías de punta, como semiconductores y motores de aviación, una preocupación que se refleja en el intenso enfoque del plan en los cuellos de botella relacionados. Los lemas que ilustran estas nuevas prioridades económicas son «autosuficiencia tecnológica» y «resiliencia económica».
Como tal, el marco revela que el liderazgo de China desea cambiar decisivamente la forma en que crece el país. Visualiza una economía más resiliente basada en la innovación nacional y cadenas de suministro manufactureras fortalecidas, capaces de resistir, como lo expresa la propuesta, ” incluso situaciones peligrosas “.tormentasEsa frase es impactante y refleja la experiencia del liderazgo de China al lidiar con la montaña rusa de la guerra arancelaria del presidente estadounidense Donald Trump y sus explosivos comentarios en las redes sociales.
Si bien el marco enfatiza la “seguridad económica”, también intenta abordar cómo Pekín puede abordar la baja confianza del consumidor y el desempleo juvenil, problemas que han lastrado la economía en los últimos años. Describe iniciativas para abordar el declive demográfico de China y los profundos efectos económicos del envejecimiento de su sociedad, aunque muchos economistas podrían cuestionar la eficacia de estas medidas.
El nuevo plan se basa en un dilema recurrente: recursos limitados frente a numerosos desafíos. Los responsables políticos y los economistas coinciden en que el aumento de los ingresos familiares y el incremento del consumo acelerarán el crecimiento económico de China. La pregunta clave es cómo estimular ambos. Los líderes chinos aspiran a elevar el PIB per cápita de China, actualmente de 13.800 dólares, al nivel de un país desarrollado de nivel medio. Este Plan Quinquenal pretende actuar como impulsor. Para lograrlo, la economía china necesita crecer alrededor del 5 % durante los próximos cinco años (su crecimiento del PIB…tasaFue del 5,4 % en 2023 y del 5 % en 2024). Alcanzar ese objetivo será difícil. China quizá desee una manufactura avanzada para impulsar el crecimiento, pero el gran reto es lograrlo sin estrangular la expansión económica general de maneras que restrinjan la riqueza de los hogares chinos.
Una superpotencia manufacturera
El objetivo principal del próximo Plan Quinquenal es convertir a China en un líder mundial en innovación tecnológica para 2030, no solo en producción, sino también mediante la definición de fronteras y estándares tecnológicos. La innovación debe implementarse ampliamente en la manufactura avanzada. Como insta el marco, «la participación de la manufactura avanzada en la economía nacional debe mantenerse en un nivel adecuado».
La fabricación a bajo coste es cosa del pasado. En cambio, los líderes chinos quieren que sus empresas dominen los mercados globales mediante la innovación. El plan anterior buscaba avances en sectores como la inteligencia artificial (IA), la robótica y la computación cuántica. Durante los próximos cinco años, Pekín espera que sus empresas capitalicen estos avances ampliando la fabricación de alta gama y construyendo sistemas industriales integrados.
Una frase clave en todo el marco es «Nueva Fuerza Productiva de Calidad», acuñada para describir este cambio en la estrategia industrial de Pekín. Las políticas industriales anteriores se centraron principalmente en ampliar la cuota de mercado global de las exportaciones chinas. El próximo plan exige que el gobierno y las empresas lideren las industrias del futuro, como las aplicaciones sociales más amplias de la IA y los vuelos a baja altitud.
Para lograrlo, se requerirá la intervención del gobierno central, con apoyo de capital y políticas para los sectores estratégicos y de alta tecnología. Pekín seguirá aunando recursos nacionales para impulsar las experiencias exitosas locales, como el sector de los semiconductores. Cabe destacar que el marco no detalla la amenaza de la «involución». El término se refiere a la feroz competencia entre fabricantes rivales que genera guerras de precios y un exceso de oferta que afecta negativamente las ganancias del sector tecnológico, obligando a algunas empresas a recurrir repetidamente a los bancos estatales para obtener rescates. El marco recomienda que cada provincia evite que se repitan estos casos en los sectores industriales.
Otra frase destacada es «nuevo sistema nacional». Se refiere a un control centralizado aún más fuerte sobre la asignación de recursos y capital nacionales a sectores de importancia estratégica. Como indica el planestadosDebemos fortalecer significativamente nuestra capacidad de investigación básica e innovación original, acelerar el progreso en tecnologías clave en campos clave y asegurar que China mantenga el ritmo o incluso lidere el camino en muchos más campos. Esta afirmación se basa en la geopolítica. El deterioro de las relaciones de China con Occidente ya ha restringido su acceso a los mercados y a las nuevas tecnologías. El “sistema nacional” es la forma en que Pekín espera asegurar los avances tecnológicos locales y la autosuficiencia que estos conllevan a pesar de las limitaciones externas.
El acto de equilibrio
El reto para los responsables políticos reside en equilibrar el impulso hacia la autosuficiencia tecnológica con la creación de empleo y el crecimiento de los ingresos de los trabajadores más jóvenes, que han soportado altos niveles de desempleo desde la pandemia de COVID-19. Sin embargo, el marco ofrece pocos detalles sobre el origen del crecimiento del empleo.
Lo que sí se desprende es que Pekín está evitando las herramientas de estímulo convencionales de estilo occidental, como los subsidios al consumo, en favor de un enfoque más estructural: acelerar la inversión en infraestructura tanto digital como física. A primera vista, esto podría parecerse al programa de estímulo de 4 billones de renminbi (426 000 millones de libras) de China tras la crisis financiera de 2008. Pero esta vez, la intención parece más específica. La idea es que el gasto en infraestructura no solo estabilizará el crecimiento, sino que también mejorará los ingresos de los hogares gracias a la creación de empleo y al aumento de los salarios.
Gran parte de esta inversión priorizará la infraestructura social y pública en beneficio de la población, como la modernización de la conectividad de la telefonía móvil y la mejora de las redes de servicios públicos en las ciudades. Este cambio probablemente requerirá que los gobiernos central y provinciales reorienten los recursos fiscales hacia sectores que puedan reemplazar el empleo perdido en los sectores inmobiliario y de servicios en dificultades.
Cabe destacar que Pekín también está abriendo la inversión en infraestructura a empresas privadas, un sector que antes estaba reservado para las empresas estatales. Si las empresas privadas consideran que estos proyectos son financieramente viables, podrían estimular el crecimiento del empleo y ampliar la participación en el desarrollo nacional. El marco también destaca la iniciativa «IA Plus», cuyo objetivo es integrar la IA en todas las facetas de la economía y la gobernanza social. Esto podría generar nuevas oportunidades laborales para ingenieros de IA, especialistas en datos y creadores de contenido. Sin embargo, persiste una pregunta crucial: ¿se ajustarán estos nuevos empleos a las competencias de la joven fuerza laboral china? El impulso hacia la especialización en alta tecnología corre el riesgo de dejar atrás a los trabajadores cuyas competencias se desarrollaron para los sectores inmobiliario y de servicios.
Otra recomendación sugiere que la IA podría ser una herramienta para el cuidado de las personas mayores. Sin embargo, esto solo aborda un síntoma del envejecimiento de la población china. En cuanto al declive poblacional, el marco solo insinúa vagamente incentivos para que las parejas jóvenes tengan más hijos y una mejor atención a la maternidad y la seguridad laboral.
Pekín parece consciente de estas tensiones. Su renovado énfasis en la «prosperidad común», introducido por primera vez en 2021, subraya un enfoque continuo en la estabilidad social y el crecimiento equitativo. Si bien es incierto si la expansión del gasto en infraestructura y la capacidad digital pueden mejorar las perspectivas laborales, el enfoque es más consciente socialmente que el del Plan Quinquenal anterior. Una cosa está clara: este nuevo plan no se está elaborando para adaptarse a las teorías económicas occidentales. Refleja las propias prioridades y el ritmo de China: una estrategia introspectiva diseñada para asegurar su futuro económico en sus propios términos.
Cambio económico y peligro político
Las batallas comerciales de China con Estados Unidos y Europa continúan, pero Pekín ha demostrado cómo su base manufacturera integrada y su cuasi monopolio sobre minerales críticos le otorgan influencia en las negociaciones. El próximo Plan Quinquenal parece estar listo para formalizar este enfoque en una estrategia para gestionar lo que Pekín denomina su “competencia de gran potencia” con Washington.
El plan reconoce una verdad central: el poder global depende no solo de la apertura, sino también de la capacidad de cerrar las puertas cuando sea necesario. Al fortalecer la autosuficiencia en sectores clave —energía, alimentos, semiconductores, transporte marítimo—, Pekín aplica una lección que Estados Unidos aprendió en el siglo XX: ninguna gran potencia puede permitirse estar a merced de la cadena de suministro de otra. Tampoco, en opinión de China, puede depender del sector servicios para reemplazar a la manufactura como núcleo de su fortaleza nacional.
La ambición a largo plazo de China es inequívoca: para 2035, aspira a convertirse en una nación moderadamente rica. Sin embargo, el camino hacia esa meta está plagado de concesiones. Expandir la manufactura de alta gama sin erosionar la riqueza de los hogares pondrá a prueba el criterio económico de Pekín. El presidente Xi y su equipo de liderazgo se enfrentan a un dilema persistente: cómo asignar los limitados recursos nacionales entre numerosas prioridades en pugna. También se avecinan riesgos políticos. El enfoque estructural de Pekín puede crear nuevas oportunidades de empleo, pero sigue siendo incierto si estas podrán reemplazar los empleos perdidos en los sectores inmobiliario, de la construcción y de los servicios. Si el plan no da resultados y las dificultades económicas persisten, la creciente desigualdad y la creciente frustración entre las generaciones más jóvenes podrían amenazar la autoridad del Partido Comunista Chino.
Durante más de un siglo, el PCCh ha sobrevivido gestionando las contradicciones entre la intervención estatal y la dinámica del mercado. Sin embargo, el equilibrio fundamental de este Plan Quinquenal —entre salvaguardar la seguridad económica nacional y generar prosperidad— podría ser el más difícil hasta la fecha. De su éxito dependen tanto la experiencia económica de China como la durabilidad de su modelo político. El mundo debería prestar mucha atención.
La Dra. Yu Jie es Investigadora principal sobre China, Programa Asia-Pacífico en Chatham House.


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